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“Dinero y Política Monetaria”

Autor Guillermo Augusto Pérez Merayo
Derechos de Autor

El dinero y la economía nacional.

El dinero constituye la esencia de cualquier Estado y de todos los sectores que la comprenden, por medio de este se valoran las mercancías y permite su intercambio, igualmente ocurre con la mano de obra, los productos y servicios que esta genera.

De no ser por el dinero estos bienes variados no podrían compararse para su valoración e intercambio, sólo por medio del dinero se puede establecer una medida general de los valores referenciales entre todas las mercaderías y las labores desempeñadas por los humanos. En  cierta forma el dinero se convierte con el tiempo en una medida común de valor; es un medio de cambio, una unidad de cuenta, un depósito de valor y un patrón de pagos diferidos.

El dinero tiene funciones concretas que con su evolución se han venido incrementando cada vez más, hasta tal punto que se ha hecho difícil visualizar la vida de los humanos sin este, tendríamos que volver a la economía de subsistencia para poder visualizarnos sin el dinero. En la sociedad en que el individuo era el proveedor nato por excelencia de la mayoría de las necesidades de su casa, no se podía concebir una división del trabajo en donde los individuos proveían cada uno con su especialización productos distintos y variados.

Progresivamente, con la división del trabajo el incipiente dinero adquiere un valor de uso para los distintos productos que comienzan a generar los individuos dentro de una sociedad cada vez más compleja que exige la satisfacción de necesidades individuales. El dinero también da un valor de cambio a estas nuevas mercancías lo que permite individualizarlas para su consumo, ya no es necesario cambiar una vaca por cinco cerdos y diez gallinas; esta u otros pueden preciarse acorde una valoración de la mano de obra necesaria para hacerlo, del tiempo para hacerlo consumible y/o la escasez que este tenga.

En un momento surge el dinero mercancía, o mejor dicho el dinero amonedado, son los metales preciosos que se aceptan como moneda ya que este cumple con ciertos requisitos que la dan una credibilidad consensual en la sociedad donde se utiliza este nuevo medio transaccional. Es aquel dinero que los incipientes gobiernos declaran “cómo aceptable medio de cambio y forma legal para liquidación de deudas”. Importante es mencionar que sin la existencia de una institución como puede ser el príncipe o un reino, que valide o institucionalice el dinero, este no logrará la credibilidad del caso. En un momento determinado, que suele ubicarse con la caída del Imperio Romano, el transporte de dinero amonedado u otro tipo de metal escaso, se convierte en un riesgo, con lo que surge la necesidad de un dinero simbólico como es el dinero en papel. Este fue un proceso que tardo más o menos unos doscientos años, para crear un derecho que legitimará este tipo de “moneda”, una población que creyera en él, la formación de grupos financieros que respaldaran este tipo de “moneda” conocidos como Bancos Mercantiles. Progresivamente surgió un dinero papel que tuvo credibilidad suficiente para habilitar un incipiente comercio internacional el cual se dio inicialmente en el Mediterráneo. Una de las principales figuras que surgió fue la Letra de Cambio en un mercado que progresivamente se comienza a ampliar en los países de la Europa Norte y que se transforma de un intercambio terrestre a un comercio marítimo.

El dinero en papel en un principio era nominal o para una persona específica, sin embargo el dinamismo del naciente comercio del Renacimiento exigía un dinero menos rígido o mejor dicho “dinero al portador”. Este también fue un proceso que también duro un tiempo para que las personas pudiesen dar cabida al concepto y que fuese  aceptado en los nacientes países europeos, así surgieron los Bancos de Giro y los billetes propiamente como los conocemos hoy día. Para que lo anterior pudiese ocurrir fue necesario que apareciesen los bancos emisores autorizados por los príncipes para que pudiesen emitir moneda de curso legal.

Es importante mencionar que estos instrumentos comerciales no aparecieron como una idea preclara de los príncipes, sino como una necesidad de los comerciantes cada vez más venturosos, deseosos de  correr riesgos con el fin de enriquecerse cada vez más; por supuesto que el poder del príncipe era necesario, pues legitimaba el instrumento y le daba un ámbito donde operar, el reino e impuestos para el príncipe y su corte.

Progresivamente con la aparición de la institucionalidad del nuevo estado comienzan a aparecer otras figuras que necesita el incipiente comercio de la época, así las primitivas Cartas de Crédito, los giros bancarios (primitivos cheques o billetes) y las transferencias bancarias. Es importante mencionar que estas figuras no eran tan innovadoras como parecen, ya que muchas de ellas existieron durante el Imperio Romano, pero que con su desaparición dejo de existir una fuerza coercitiva suficiente para viabilizarlos.

Algunas de las figuras mencionadas tienen miles de años de haber existido, si bien no con la complejidad que exigía la modernidad del renacimiento y del mercantilismo pero si fueron utilizadas por la pujante economía del Imperio Romano.

Progresivamente las necesidades del boyante comercio internacional, especialmente de los siglos diecisiete y dieciocho, trajo consigo la creación de figuras más complejas o concatenación de figuras primitivas que una con otra permitieron la estructuración de operaciones de comercio mundial como fueron aquellas nacidas del Imperio Británico en donde nunca posaba el sol. Son los inicios de estructuras que evolucionarán en el siglo veinte en un comercio internacional en el sentido amplio de la palabra y que llevará en su momento oportuno a la concepción de un comercio mundial pleno. Esto no terminó aquí ya que recientemente con el advenimiento de la aldea global y la Internet se ha habilitado un nuevo tipo de comercio que ha venido a exigir una reconceptuación del dinero; esta vez de un dinero ya no en papel, sino de un dinero electrónico el cual pueda ser movido por medio de la computadoras, y aparece la exigencia de algo tan especial como son los micropagos.

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